Por Julieta Casó, Psicóloga Social e Investigadora de la Migración Venezolana
En los últimos años, hemos sido testigos de una transformación radical en la migración venezolana. Antes, emigrar era una decisión planificada, estructurada y, en muchos casos, una oportunidad para mejorar la calidad de vida. Sin embargo, hoy en día, este fenómeno ha tomado un giro alarmante, convirtiéndose en lo que yo defino como una «huida desesperada». La migración ya no es un proyecto de vida bien pensado, sino una válvula de escape, una salida rápida de un país que parece no ofrecer un futuro.
El cambio de patrón migratorio
En los últimos años, hemos sido testigos de una transformación radical en la migración venezolana. Antes, emigrar era una decisión planificada, estructurada y, en muchos casos, una oportunidad para mejorar la calidad de vida. Sin embargo, hoy en día, este fenómeno ha tomado un giro alarmante, convirtiéndose en lo que yo defino como una «huida desesperada». La migración ya no es un proyecto de vida bien pensado, sino una válvula de escape, una salida rápida de un país que parece no ofrecer un futuro.
Tradicionalmente, los venezolanos que migraban lo hacían en avión. Este tipo de migración solía estar ligado a una planificación rigurosa, donde las personas estudiaban el país de destino, aseguraban una red de apoyo, y tenían un plan para establecerse. Pero, en los últimos seis meses, hemos observado un cambio en este patrón.
La gran mayoría de los que salen hoy en día lo hacen por tierra, en autobuses que los llevan a través de las fronteras con Colombia, Ecuador, Perú y Chile. Este nuevo tipo de migración no solo es mucho más riesgoso, sino que también es reflejo de una profunda desesperación.
Los venezolanos huyen de la inseguridad, la escasez de alimentos y medicinas, y el constante aumento del costo de vida. Estos factores, combinados con la inestabilidad política y la violencia cotidiana, han empujado a miles de personas a abandonar su hogar sin una planificación adecuada, ni una idea clara de lo que les espera.
El impacto psicológico del «escape»
psicológicas profundas. En muchos casos, los migrantes no están preparados emocional ni mentalmente para enfrentar la realidad de vivir en un país extranjero sin redes de apoyo, sin trabajo y, muchas veces, sin documentos legales. Esta sensación de incertidumbre y vulnerabilidad genera altos niveles de ansiedad, estrés y, en algunos casos, depresión. El «fracaso» de la migración, entendido como la incapacidad de establecerse en el nuevo país, también es alto, precisamente porque no hubo una preparación previa para enfrentar los retos que conlleva emigrar.
Venezuela sin futuro: La raíz del éxodo
¿Por qué, entonces, tantas personas optan por emigrar bajo estas condiciones? La respuesta es sencilla: la percepción generalizada es que Venezuela no tiene futuro. La gente siente que, aunque el proceso migratorio sea extremadamente difícil y esté lleno de incertidumbre, es mejor que quedarse en un país donde las oportunidades son nulas y la calidad de vida se deteriora día a día. Para muchos, el acto de migrar es visto como un acto de supervivencia, no como una elección libre.
Este fenómeno tiene similitudes con situaciones de conflicto o crisis humanitarias en otras partes del mundo. Es una migración impulsada por la necesidad, no por el deseo de mejorar. La urgencia de escapar es tan grande que muchas personas no se detienen a considerar los riesgos ni las dificultades que enfrentarán en su nuevo destino.
Conclusión
La migración venezolana ha dejado de ser un proceso planificado para convertirse en un escape desesperado. Los que se van lo hacen impulsados por la falta de esperanza en un futuro mejor dentro de Venezuela. Sin embargo, este tipo de migración azarosa genera nuevos retos tanto para los países receptores como para los propios migrantes, que deben enfrentarse a la realidad de comenzar de nuevo sin las herramientas adecuadas. La comunidad internacional debe prestar atención a este fenómeno, ofreciendo no solo apoyo a nivel migratorio, sino también a nivel psicológico para ayudar a estos individuos a reconstruir sus vidas lejos de casa.
Este artículo fue escrito por Julieta Casó, socióloga, psicóloga social e investigadora especializada en migración venezolana, como parte de una serie que explora las realidades de la diáspora venezolana.